Que frío siento y no solo el del viento que pega en mi rostro queriendo tocarme pero pasando de largo, pasando de largo como todos los transeúntes que escapan a las miradas buscando solo una, solo una persona que llega de algún lado, pero a donde llega ? A un lugar nada mas? Al encuentro de abrazos cariñosos? Al encuentro de que, de quien....
Transeúntes vagan como yo, mirando, buscando a alguien, la espera da paso a la imaginación de ese encuentro, pensando como serán los siguientes días, meses, quizás años también, podría ser pasajero o quizás eterno...
El frió sigue no solo el de la oscura y nublada noche que esconde las estrellas, estrellas que no huyen solo esperan ser vistas,¿ y vistas por quién?, puede que esa noche no hayan nubes, la luna se puede ver, energética y calmada solo observa como los transeúntes quietos esperan con anhelo que tras aquellas puertas gélidas salga un rostro cansado y alegre ese rostro que han estado esperando, aquel que solo ellos reconocen.
El frió penetra a cada instante con mas fuerza a medida que el tiempo pasa, pero no es solo el frió de las montanas que baja con fuerza... Las estrellas se ven perdidas entre luces irreales de ciudad, luces engreídas que se creen mas sorprendentes que las propias estrellas, y fingen taparlas con su falsa brillantes
No es solo ese frió, es el frió de la indiferencia, de la oscuridad, de la desilusión, el frió de las personas que caminan junto a ti pero que no están contigo, es el frió de la ciudad, del trabajo intuitivo, del ver sin mirar, y el oír sin escuchar, es el simple pasar...
Y ahora ya no es solo el frió, llega la mañana y agobia el calor, no solo el calor del día Bogotáno, ese calor picante que se vuelve insoportable, calor directo del cielo y no propio de la tierra, que distrae y desconcentra, hace sudar entre sacos preparados para días fríos. Los olores se confunden, huele a carne asada en la calle, penetra y provoca pero no hay apetito y la cosa es que no es solo esa carne.
Carne y calor luchan pues ya no es solo el calor del día es el propio cuerpo que se asa, que quiere devorar y no puede, que se quema con solo caminar, cuerpo ardiente que se contiene y pide a gritos lo que no tiene y que no tendrá en un buen tiempo.
Calor del cielo y calor del cuerpo se encuentran, no se repelen ni complementan, cielo y cuerpo necesitan algo, toca caminar como si nada pasara, como si simplemente la mente divagara entre ríos de metal andantes y más cuerpos ocupados en sus propios pensamientos.
Quiero ver y al tiempo no hacerlo es en parte divertido pero genera también un vacío poco agradable. Que el cuerpo sea cuerpo, el cielo sea cielo y el corazón se estabilice con el tiempo.
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