Paraiso bello!

Paraiso bello!

sábado, 19 de febrero de 2011

Aquel viaje


¿Quién podría llegar a imaginar que aquella de sonrisa reluciente, que habla con la luna, y vive en un profundo suspirar, es la dueña de la misma que noches enteras confiesa a la noche las tristezas de su alma?, ¿quién podría llegar a imaginar que aquella esbelta espalda que se ve hoy tan ligera, es la misma que tantas veces ha tenido que cargar con él con el peso de tantas angustias?, es esa, la misma que ha decidido por un día parar, se levanta majestuosa, su larga cabellera, recolección de mil recuerdos, lo recoge por encima de sus hombros, para dejar al descubierto por una vez su más grande debilidad, esta vestida de intenso pardo, que contrasta con su lúcida piel, aquellos ojos lo único que esconden es el dolor que se ha penetrado tan profundamente en su ser, ese mismo que cuando intenta salir lastima más sin dejar cicatrizar; la espada que atraviesa el alma debe salir de su cuerpo siendo halada solo una vez, pero se necesita coraje, y aun no tiene suficiente, tiene miedo, necesita seguridad, pero nadie la ayuda, se siente tan sola, que ha decidido por una noche olvidar.

Camina sobre ese mar profundo y oscuro, dejando atrás los suspiros que atormentan su alma y corazón destrozados, llega finalmente a la orilla y se encuentra con un par de ojos tan profundos que la envuelven con su mirada, la intentan proteger, pero olvidó, antes de abandonar aquella fría estancia, destruir esa muralla que la mantiene prisionera en su infelicidad, la derrumba como puede, pero su voz se ha perdido, le queda hablar con la mirada y con el alma, pidiendo auxilio para poder volver a hablar del mundo, pero lo único que sale de sus labios es un insignificante sonido, que no logra tener coherencia alguna, su voz se ha perdido y lucha como puede por volver a encontrarla, pero se siente tan abrumada por aquella mirada cálida y alegre, que pronto olvida la razón de su preocupación, esos ojos con el tiempo se vuelven fríos e imparciales, tímidos e indiferentes, y vuelve ella a recorrer los pasos antes hechos para encontrar su voz, para recoger sus penas, para recordar el lamento, y soltar su ensortijado cabello, para que de sus ojos antes vivaces, siga brotando el mar en el que antes caminó, la luna vuelve a su estado de eterno oyente mientras ella observa su reflejo y después de algún tiempo encuentra aquella flecha que le sigue lastimando pero que no logra matarla.

Sonríe una vez más la toma entre sus manos y la saca de su alma, se encuentra sangrando en sus manos ahora, sonríe, mientras siente un alivio desbordante, ha conocido la verdadera felicidad, sabe que aquél de mirada dulce le ha dado valor, pero aun así, sigue sufriendo.

Ya no queda nada, ha esperado demasiado, se levanta aun con la espada, la flecha, la daga en manos, ya no sabe lo que es, acaricia su hoja y un corte atraviesa su palma, camina con dificultad, lanza aquello a las profundidades del mar, mientras sus ojos claros, inocentes, cansados y ahora llenos de tranquilidad, cesan de llorar, se viste del color de la luna, mientras la sangre de su alma empieza a brotar también por el cuerpo, manchando así parte de su ropaje, danza mientras sube a la roca más alta, de la colina de la soledad, llega así al abismo y la inseguridad que siempre la ha acogido la deja libre por fin, se eleva y mientras la encantadora brisa la desviste entre juegos dejando en el aire sus erguidos y blancos senos, ella recuerda lo que fue la felicidad de aquel al que siempre amó, y la felicidad de aquel que amó tan solo una noche, cae así a la profundidad del mar, mar que nació de sus lágrimas, y se deja hundir hasta que la presión hace de las suyas oprimiendo tristezas y alegrías, dolores y alivios, lágrimas y sonrisas hasta que lo único que hace prevalecer su recuerdo es aquella brisa que juguetea con su vestido blanco manchado de sangre que termina convirtiéndose en nubes de canto que se mesen en las noches de profundo silencio, e inocente alegría, dejando oír muy rara vez una risa alegre y divertida de cuando sintió que amaba y su amor por fin era correspondido.

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