Si, tengo cierto cariño con los lugares aun cuando quiera evitarlo, aun cuando no sea un lugar interesante, pues los recuerdos me obligan a tenerles cierto aprecio.
Es difícil no encariñarse con lugares que le recuerden a uno cosas, soy olvidadiza sin embargo es en los lugares donde todo renace, como cuando una gota helada en la nuca pasa por la espalda, ese corrientazo es el que me da en la mente cuando llego a ciertos sitios.
Mi hogar es uno de esos sitios llenos de cosas, llenos de mi aura pasada, presente y de pronto futura, el hogar de mi abuela (además de haber sido mi colegio de primaria) fue un lugar que tenía la misma fuerza que tiene ahora mi hogar, si es que acaso no tuvo más. Pero ahora la casa de la abuela ha sido remodelada, apenas y queda recuerdo de lo que fue, solo unos cuantos detalles han quedado que me llenan la cabeza de memorias infantiles de nuevo, me recuerdan mis juegos, mi vida allí, mis amigos de infancia, las mascotas; pero ahora la nueva cocina, el nuevo patio, el baño, el pasillo, la sala, etc., todo eso está vacío, por más bello que se vea, por precioso que esté, todo es totalmente diferente y en ese lugar que dejó existir para convertirse en lo que es ahora, mis recuerdos se han esfumado y son solo eso: recuerdos que no puedo revivir más que en mi mente, pues no puedo recorrer espacialmente lo que hize, y recordar sin referencias, se vuelve además cada vez más dificil.
En la casa de la abuela había en el gran patio seis o siete llantas de diferente grosor, iban de menor a mayor volumen, las pequeñas, las más débiles claro, se caían por el peso de uno, las siguientes eran más fuertes pero si uno saltaba cedían, y las más gruesas no había fuerza que las doblegara, todas pegadas al cemento hacían un arco, jugaba con ellas subiendo como escaleras, saltaba de una en una y al llegar a la última me deslizaba como si fuera un tobogan y caía al piso intacta, también me metía debajo de ellas, y aveces me quedaba en la llanta que no era tan débil ni tan fuerte esperando siempre a que cediera después de saltar un rato. Muchas veces jugaba ahí con muchos niños o sola, viví mucho tiempo con mi abuela y me encantaba hacerlo, cuando dejé de vivir con ella, cuando la visitaba hacia lo mismo, fui creciendo y aun siendo ya una niña grande hacer ese ritual me recordaba todos los anteriores juegos, seguí creciendo y ya no estaba en edad para repetirlo ni divertirme, pero ya era un ritual hacerlo, hasta que remodelaron la casa
y todo eso se fue, las llantas se fueron, la sensación desapareció, el recorrido automático se deshizo, lo habría olvidado del todo si no hubiera sido por que decidí escribir y recordar como era la casa de la abuela. La casa que que tantos recuerdos tenia, y que ya no están pues recordar no es tan fácil sin referencias directas.
Ahora pensaba que al menos mi casa duraría para siempre, pero mi familia la quiere destruir también. Como si no les importara, para mi tiene vida, y me duele pensar que dejará de existir, es mi lugar, me encantaría conservarlo siempre, no soy de guardar objetos, por lo desordenada que soy porque aveces decido deliberadamente botarlos, pero los lugares no los puedo botar, sin embargo soy yo la única que los recuerda con esa nostalgia dulce, solo yo me encariño con los lugares.
En un libro de niños leí una vez, en una historia de magia, que la gente muerta, los fantasmas, solo podían recorrer los lugares que habían recorrido en vida, que no podían pisar tierras que no habían jamás recorrido, que nostálgico ha de ser eso, recorrer los pasos, los lugares llenos de memorias, llenos de risas o llanto, de aburrimiento o diversión, de acciones, de personas importantes.
Me encantaría saber que tengo la posibilidad de recorrer los lugares en donde ya estuve, pero no dejaría de ser triste pensar de nuevo que ninguno de esos lugares esta realimente, pues como la casa de mi abuela, todo lo cambian para mejor, aunque para mi sea solo una manera rápida y dolorosa de borrar algo más de mi memoria.
Si, tengo cierto cariño con los lugares, aun cuando quiera evitarlo, aun cuando no sea un lugar interesante, los recuerdos me obligan a tenerle cierto aprecio, hasta que de pronto llegue un nuevo recuerdo y deje de ser importante.
Es difícil no encariñarse con lugares que le recuerden a uno cosas, soy olvidadiza sin embargo es en los lugares donde todo renace, como cuando una gota helada en la nuca pasa por la espalda, ese corrientazo es el que me da en la mente cuando llego a ciertos sitios.
Mi hogar es uno de esos sitios llenos de cosas, llenos de mi aura pasada, presente y de pronto futura, el hogar de mi abuela (además de haber sido mi colegio de primaria) fue un lugar que tenía la misma fuerza que tiene ahora mi hogar, si es que acaso no tuvo más. Pero ahora la casa de la abuela ha sido remodelada, apenas y queda recuerdo de lo que fue, solo unos cuantos detalles han quedado que me llenan la cabeza de memorias infantiles de nuevo, me recuerdan mis juegos, mi vida allí, mis amigos de infancia, las mascotas; pero ahora la nueva cocina, el nuevo patio, el baño, el pasillo, la sala, etc., todo eso está vacío, por más bello que se vea, por precioso que esté, todo es totalmente diferente y en ese lugar que dejó existir para convertirse en lo que es ahora, mis recuerdos se han esfumado y son solo eso: recuerdos que no puedo revivir más que en mi mente, pues no puedo recorrer espacialmente lo que hize, y recordar sin referencias, se vuelve además cada vez más dificil.
En la casa de la abuela había en el gran patio seis o siete llantas de diferente grosor, iban de menor a mayor volumen, las pequeñas, las más débiles claro, se caían por el peso de uno, las siguientes eran más fuertes pero si uno saltaba cedían, y las más gruesas no había fuerza que las doblegara, todas pegadas al cemento hacían un arco, jugaba con ellas subiendo como escaleras, saltaba de una en una y al llegar a la última me deslizaba como si fuera un tobogan y caía al piso intacta, también me metía debajo de ellas, y aveces me quedaba en la llanta que no era tan débil ni tan fuerte esperando siempre a que cediera después de saltar un rato. Muchas veces jugaba ahí con muchos niños o sola, viví mucho tiempo con mi abuela y me encantaba hacerlo, cuando dejé de vivir con ella, cuando la visitaba hacia lo mismo, fui creciendo y aun siendo ya una niña grande hacer ese ritual me recordaba todos los anteriores juegos, seguí creciendo y ya no estaba en edad para repetirlo ni divertirme, pero ya era un ritual hacerlo, hasta que remodelaron la casa
y todo eso se fue, las llantas se fueron, la sensación desapareció, el recorrido automático se deshizo, lo habría olvidado del todo si no hubiera sido por que decidí escribir y recordar como era la casa de la abuela. La casa que que tantos recuerdos tenia, y que ya no están pues recordar no es tan fácil sin referencias directas.
Ahora pensaba que al menos mi casa duraría para siempre, pero mi familia la quiere destruir también. Como si no les importara, para mi tiene vida, y me duele pensar que dejará de existir, es mi lugar, me encantaría conservarlo siempre, no soy de guardar objetos, por lo desordenada que soy porque aveces decido deliberadamente botarlos, pero los lugares no los puedo botar, sin embargo soy yo la única que los recuerda con esa nostalgia dulce, solo yo me encariño con los lugares.
En un libro de niños leí una vez, en una historia de magia, que la gente muerta, los fantasmas, solo podían recorrer los lugares que habían recorrido en vida, que no podían pisar tierras que no habían jamás recorrido, que nostálgico ha de ser eso, recorrer los pasos, los lugares llenos de memorias, llenos de risas o llanto, de aburrimiento o diversión, de acciones, de personas importantes.
Me encantaría saber que tengo la posibilidad de recorrer los lugares en donde ya estuve, pero no dejaría de ser triste pensar de nuevo que ninguno de esos lugares esta realimente, pues como la casa de mi abuela, todo lo cambian para mejor, aunque para mi sea solo una manera rápida y dolorosa de borrar algo más de mi memoria.